¿Te sientes a gusto con tu cuerpo?, ¿estás a menudo pendiente de tu imagen?, ¿crees que si no estás delgada no se fijarán en ti?
Te presentamos útiles ideas que te ayudarán a reconciliarte con tu cuerpo y contigo misma.
Ana es una joven de 23 años muy activa, cuando se levanta se ducha sin apenas tiempo y esquiva el espejo pues para ella es su peor enemigo.
Ana: “No me gusta mi cuerpo, no me gusta como soy. Estoy gorda, no tengo pecho, me ha salido celulitis, en fin… tengo tripa, vamos que prefiero ni mirarme porque me pongo de mal humor”.
Ana está maltratando a su cuerpo y lo que es peor todavía, está maltratándose a sí misma. No se gusta, distorsiona la realidad y magnifica sus “defectos”, sólo se fija en ellos y piensa que es horrible, que nada podrá cambiar su situación.
Ana no está gorda, su peso es normal y los médicos le aseguran que no necesita seguir ninguna dieta porque no tiene sobrepeso. Sin embargo ella insiste y pretende ponerse a régimen por su cuenta.
¿A cuántas mujeres de hoy en día les ocurre lo mismo?, ¿cuántas veces te has maltratado pensando que tienes un cuerpo horrible, que no te gusta?.
Vivimos en la era de la imagen y el cuerpo. Pase lo que pase hay que estar delgadas, incluso escuálidas, cuanto más mejor porque así demostraremos que somos capaces de gustar a cualquiera, que somos “¡perfectas!”.
¿Te has fijado cuando vas por la calle a cuántas de estas figuras “perfectas” observas?. Seguro que a ninguna, porque los mensajes que nos transmiten a través de los medios forman parte de una ilusión. Es imposible mantenerse eternamente jóvenes, delgados, sin arrugas… El cuerpo cambia, ¡afortunadamente!, y tenemos que aprender a valorar y a cuidar no sólo nuestro cuerpo sino lo más importante, nuestro interior.
La imagen y el atractivo
Las mujeres estamos sometidas a una constante moda social que nos dicta cómo deben ser nuestros cuerpos para ser atractivas. Y ¿por qué ocurre esto?, ¿por qué somos, sobre todo, las mujeres el “blanco” de todas estas influencias?.
Culturalmente a lo largo de los años, se ha considerado a la mujer como objeto sexual. No se valoraba su intelecto, su capacidad de trabajo u otras cualidades internas, pero sí su cuerpo.
La mujer ha aprendido que su cuerpo es importante, que para gustar y seducir a los demás deberá estar delgada si no, no tendrá el mismo valor.
Hoy en día las mujeres, al igual que los hombres, trabajan y se valoran en ellas otras cualidades diferentes a su físico. Pero socialmente , se le sigue exigiendo a la mujer un determinado tipo para ser atractiva y tener éxito.
Obviamente el cuerpo no lo es todo. La belleza emana de nuestro interior y eso es algo que no lo dan ni las medidas “perfectas”, ni la cirugía. El atractivo personal se basa en algo mucho más profundo e interesante; nuestra forma de ser y estar en la vida.
María tiene 43 años, no es especialmente guapa y sus medidas no corresponden a los cánones publicitarios. Sin embargo, algo muy especial fluye de ella, una energía que la hace brillar con luz propia.
María: “la verdad es que yo sé que no tengo un cuerpo perfecto ,no!. Ni tampoco soy alta como las modelos, pero no me importa. Yo siento que gusto y agrado a los demás. Acepto mi cuerpo tal y como es, lo cuido y lo valoro. Además no necesito ser “perfecta”, me gusto así y eso lo noto y los demás también. Si te sientes especial lo eres!, y lo serás también para los demás”.
Ahí está la clave. ¡Siéntete especial, única y lo serás!
Recuerda que lo que nos resulta atractivo de los demás, no es sólo la imagen. Prestamos más atención a cómo se mueve, expresa y lo que nos sugiere esa persona.
Cuando nos fijamos en alguien y nos gustan sus ojos, en realidad lo que nos atrae es la forma en que nos mira. No es simplemente su boca lo que nos gusta, sino cómo se expresa o gesticula con ella, como sonríe.
Nuestra relación con la comida
Ángeles es una mujer obesa de 34 años, se siente fatal con su cuerpo, no se gusta. Utiliza ropa ancha para vestir, su insatisfacción aumenta a medida que va pasando el tiempo y su cuerpo sigue engordando.
“No lo entiendo, porque la verdad es que como poco y bueno, intento hacer ejercicio pero me aburro, veo que las cosas no cambian y me da una rabia… Suelo comer poco pero, después de comer siempre me apetece algo dulce, no sé por qué pero necesito comer cualquier cosa dulce y entonces siento que he terminado de comer, me quedo tranquila”.
Ella misma lo dice, se siente tranquila después de comer dulce. Esto es algo muy típico en las personas que tienen ansiedad. Al consumir azúcar sienten un placer inmediato que reduce su angustia, frustración, pena y dolor.
Realmente Ángeles cuando termina de comer ya no tiene hambre. Parece que le falta algo que cubre con el dulce. En realidad se trata de otro tipo de necesidad más interna y profunda que tendrá que identificar para darle una salida más positiva.
Está demostrado que los dulces calman la ansiedad temporalmente. Producen una satisfacción inmediata y especial. Nuestro organismo libera endorfinas, las hormonas de la “felicidad” y nos sentimos rápidamente reconfortados.
¿Quién no ha tomado un dulce o chocolate cuando se sentía triste o falto de energía?. Pero ¡cuidado!, hacer de ello un hábito puede llegar a ser peligroso para nuestra salud e incluso, convertirse en una adicción.
Hay personas adictas a ; chocolates, bollos, pistachos, patatas fritas, pan, etc. Llegan a necesitar consumir a diario estos alimentos para sentirse bien. Ya no se trata de un “capricho” del momento sino de una dependencia; es la adicción a la comida. Un problema que debe ser tratado desde el aspecto médico y sobre todo psicológico pues refleja desajustes personales y emocionales.
Toma nota
Ponte frente al espejo
Si no lo has hecho nunca o siempre pasas rápidamente delante de él, ¡hazlo ahora! Ponte frente al espejo desnuda y obsérvate a ti misma, dáte tiempo. Las primeras veces te sentirás incómoda, notarás que te criticas y no aceptas determinadas zonas. Sé consciente de ello y observa tus reacciones.
Patricia es una joven de 29 años, trabajadora social y sin apenas tiempo para ella. Vive muy pendiente de su físico, controla lo que come y compra revistas de nutrición. Hace ejercicio, cuando se mira al espejo es para criticarse. Cada dos días hace visita a la báscula, su mayor preocupación es no engordar.
Patricia: “qué horror he engordado medio kilo, no lo entiendo…tengo que volver a mi peso como sea”.
¿Realmente Patricia será más feliz si reduce ese peso o, es su constante preocupación por los kilos lo que la crea frustración?
¡Olvídate de la báscula!, o por lo menos dále unas vacaciones.
La vida no cambia con unos kilos de más o de menos. Lo importante es que puedas observar tu cuerpo y sentirte a gusto con él.
El cuerpo cambia, y a medida que pasan los años nuestro peso también oscila. Varía ligeramente, ¡esto es lo normal!. Pretender controlar en todo momento estos cambios, nos conducirá a una insatisfacción constante.
No se trata de que te guste todo tu cuerpo al cien por cien, habrá zonas que aprecies muchísimo y de las que te sientas orgullosa. Otras, en cambio, te agradarán menos. ¡Acéptalo porque ésa eres tú también!. No es cuestión de resignación sino de aceptación consciente.
Cambia de hábitos, olvídate por unos días de la báscula y ponte frente al espejo. Obsérvate, como si fueras tu mejor amiga y cuídate todo lo que puedas. Seguro que si practicas este ejercicio conseguirás mayor satisfacción, mejor relación contigo misma y con los demás.
Sé consciente de lo que comes y cuándo comes.
Obsérvate y distingue entre la sensación de hambre y el impulso por comer.
Sara no tiene hambre. Está aburrida y un poco “desencantada” de la vida. Su pareja la ha dejado hace unos meses. Cree que ya no encontrará a nadie con quien compartir su vida. Por si fuera poco, el programa que está viendo ofrece testimonios de mujeres separadas
De repente siente un impulso, una necesidad irrefrenable de comer. Se levanta directa al armario, coge sus galletas favoritas y devora una tras otra como si de un calmante se tratara. ¿Por qué come Sara en ese momento?
Sara no tiene hambre pero se siente descontenta con su vida. Todos estos pensamientos le producen una gran insatisfacción y desazón. Lo único que consigue calmarla es el dulce. “Nada mejor que un dulce para calmar las penas” -piensa Sara-.
¿Qué le aporta este hábito?, seguramente más insatisfacción y frustración. No sólo se sentirá triste por perder a su pareja, sino que cada vez estará más gorda y menos atractiva. Así construirá su propio circulo vicioso.
Aprende a identificar la sensación de hambre y a diferenciarla de la necesidad de consumir algún alimento para sentirte mejor, más tranquila. Te ayudará a ser más consciente y responsable de tu vida.
Valora tu atractivo.
¡Tú eres atractiva! Sólo tienes que darte la oportunidad para descubrirlo.
Frente al espejo observa tus gestos y cómo resultas más graciosa y divertida. Saca todo tu potencial a tu forma de ser; cómo miras, cómo colocas tu cuerpo, tu tono de voz, etc. Utiliza ropa que te favorezca, tú mejor que nadie debes saber “sacarte partido”!.
Observa lo que comes y sobre todo, cuándo comes.
¿Estás triste?, ¿alegre?, ¿te sientes preocupada por algo o alguien ?, ¿qué necesidad afectiva pretendes cubrir con la comida?, ¿qué te falta?, ¿con quien estás enfadada?…
Date permiso.
Concédete el derecho de comer aquello que te apetece sin sentirte culpable. Es obvio que existen multitud de alimentos calóricos. Si nuestra actitud al comerlos es negativa, favoreceremos nuestro aumento de peso. Tampoco queremos decir con esto que si nos hinchamos de chocolate o pan, y tenemos una actitud positiva, no vayamos a engordar. No!, esto no es cierto.
Se trata de mantener un cierto equilibrio. Comer sano no significa torturarse constantemente y mantener un severo control de todo aquello que ingerimos.
Cuidar nuestra alimentación para que sea equilibrada y darnos permiso para disfrutar de aquellos alimentos que nos gustan, podemos concedernos “caprichos” sin sentirnos culpables.
Aprecia lo que vales.
Tú eres mucho más que tu cuerpo.
En lugar de centrarte en lo que no te gusta de tí, potencia tus cualidades.¡Seguro que son muchas!
Dáte tiempo. Nunca es tarde para aprender a valorarte y quererte. Cuando una persona se siente bien consigo misma y tiene una buena autoestima, sabe que es capaz de gustar. Te mereces mucho más!, no esperes a que te lo digan, descúbrelo y cree en ti. Tu energía llegará también a los demás